Vistas de página en total

martes, 30 de junio de 2015

ALAYDA

El túnel se hundía en las entrañas de la roca, oscuro como la noche sin estrellas. Alayda escrutaba las tinieblas desde el filo de la serpenteante escalera que descendía. Desde pequeña había sentido un pavor irracional hacia esa galería. Cuando sus pisadas descalzas se perdían en la enmarañada red de galerías de la ciudad, siempre trataba de evitar ese tramo. Sin embargo sabía que como futura sacerdotisa de La Madre debería algún día penetrar en ella. Ese día había llegado. Con paso vacilante adelantó un pie apoyándolo en el primer escalón. Luego otro pie. Otro escalón.
Lentamente fue bajando por el oscuro corredor. Cada vez se encontraba más abajo. Con cada paso la temperatura descendía y el ligero vello de su piel comenzó a erizarse. El aire pesaba en torno a ella, rancio por siglos de encierro. Solo de vez en cuando una ráfaga de aire fresco, procedente de los cientos de conductos de ventilación que pueblan la ciudad subterránea, agitaba débilmente el cabello de la muchacha. Un escalofrío sacudió su espina dorsal. Estaba dentro del vientre de La Madre, allí donde no alcanzan las luces del mundo. Un territorio tan ancestral y sagrado como la Tierra misma.
Sumida en sus pensamientos no reparó en que sus pies descalzos ya no descendían, pisaban terreno llano. Palpando las paredes con las manos la joven avanzó por el estrecho pasillo sin saber que encontraría al final. Cuando había recorrido unas cien palmas sus dedos tocaron la tela desgastada de una cortina, que corrió suavemente. Al otro lado se abría una amplia sala de techos bajos, vagamente iluminada por pequeñas antorchas. En el centro de ésta se alzaba una mesa de piedra, el altar de Arauen, La Madre al igual que en los dólmenes de culto. No obstante la grandeza del cuarto residía en sus pinturas. A lo largo de los muros de la capilla se desplegaban increíbles murales. Manos de ocre rojo, esquemáticas figuras humanas y animales de azabache, símbolos y motivos vegetales de toda la gama de colores cubrían las paredes como si de un gigantesco lienzo se tratase. Durante siglos las sacerdotisas de Arauen habian decorado profusamente el vientre de La Madre para honrarla con su arte.
Alayda se quedó un segundo sin respiración, nunca pensó que bajo la tierra pudiera haber tanta belleza, y que ella, tuviera el honor de poder contemplarla. Solo las futuras sacerdotisas de La Madre podían descender a su vientre, las mujeres y sobre todo los hombres tenían terminantemente prohibido admirar las pinturas rupestres sagradas.                                                                                               La joven oyó un sonido a sus espaldas y se volvió, Harnë, la sacerdotisa suprema estaba justo detrás suya.
-Alayda,¿ verdad? – preguntó con voz trémula
-s...sii…- Alayda no era capaz de articular las palabras ante la poderosa  mujer.
-Sígueme – fue su única respuesta y la anciana desapareció tras una puertezuela camuflada en la roca. La muchacha echó un último vistazo a la magnífica sala y la siguió a través del agujero.


miércoles, 24 de junio de 2015

MER

Un perro ladró en la calle. Era la señal. Mer entreabrió la puerta de su casa y de asomo a la calle desierta. Era luna nueva y no se veía un alma. Excepto una esbelta silueta parapetada en la esquina. El chico salió silenciosamente cerrando la puerta tras de sí. Cuando llegó a la esquina agarró del brazo a la muchacha y corrieron veloces entre los oscuros callejones de Ashanië.
-Pense que no vendrías esta noche Deleren. - comentó Mer
Deleren se limitó a echarle una mirada como de disculpa. Desde que unos titiriteros raptaron a la muchacha hace tres años, ésta no había vuelto a hablar. Tras dos meses con aquellos secuestradores, su familia la había dado por perdida. Sin embargo una noche la niña apareció corriendo en el pueblo, iba descalza y con síntomas de haber sido maltratada. No obstante nada se supo de su cautiverio, no volvió a pronunciar palabra. Estado de trauma dijeron las medicantes. Era esquiva y reservada y la única persona a la que recibía de buen grado era Mer, el hijo del orfebre.
Mer no tenía muchos amigos por lo que agradecía la silenciosa compañía de la muchacha. Desde hacía varias semanas se colaban en la biblioteca del señor Munier, el librero de la ciudad. Mer siempre había querido estudiar algo más que el arte de la orfebrería, pero su padre, humilde, consideraba esto una ofensa hacia el oficio familiar. Por ello, cada noche Mer y Deleren corrían hacia la casa del señor Munier y allanaban sus libros en busca de conocimiento. Sin embargo aquella noche sería diferente. Se introdujeron por la ventana entreabierta trasera, como siempre. Sin embargo una vez dentro repararon en que no estaban solos en el gran salón. Una silueta se recortaba a la tenue luz de las velas. Pero no era bajita y rechoncha como Leiden Munier, sino alta y encorvada. Cuando los dos jóvenes quisieron esconderse ya era denasuado tarde, el misterioso hombre los vi a la luz de su candil. Tenía una cara bastante peculiar, llena de cicatrices y fofa, como si hubiera tenido muchas heridas y quemaduras y éstas se las hubiera cosido. Mer sintió un escalofrío. Aunque el extraño ni le dirigió la mirada, observaba fijamente a Deleren con unos ojos oscuros, sin vida. La muchacha había palidecido por completo. Temblaba como un niño ante un dragón y su rostro denotaba una angustia indescriptible. Mer se acordó de como hace tres años una compañía de títeres llegó a Ashanië  y todo encajo en su cabeza. Aquel era uno de los secuestradores de Deleren, el que contaba la historia de un Caballero Tenebroso que consiguió curar sus heridas... Sintió como el miedo le paralizaba. Tenía enfrente al causante de la mudez de su amiga. Había soñado muchas veces en una dulce venganza, pero ahora aquel rostro desencajado e inquietante la mantenía petrificado, como si aquellos ojos sin brillo tuvieran algún extraño poder. Vio como aquel malvado extendía un brazo hacia Deleren, pero justo en ese momento se encendieron las lámparas de la sala y se oyó la voz del señor Munier -¿Quién anda aquí?
El titiritero echo a correr y saltó por la ventana agilmente. En ese momento el señor Munier reparó en los dos muchachos.
-¿Vosotros habéis montado todo este alboroto, gandules? -preguntó.
-Un hom...bre... El... Huy..o.. Era...- a Mer no le salían las palabras.
-Tranquilo muchacho, no es raro que lps ladrones visiten de vez en cuando a un viejo y gordo librero - el señor Munier estalló en una carcajada. - Pero decidme, ¿que hacéis vosotros aquí, chavales? - preguntó mientras traía tres tazas de humeante café. Mer y Deleren le contaron toda la historia, como entraban a estudiar en su casa, como habían encontrado al misterioso visitante y como reconocieron al titiritero. Leiden Munier resultó ser un anciano simpático y agradable y en vez de enfadarse por su allanamiento les invitó a venir por la noche a estudiar en su biblioteca. -Un viejo como yo desea recordar la añorada juventud... Ay, cuando daba clases a los zagales como vosotros...- rezongó el anciano. No obstante cuando los jóvenes mencionaron al titiritero, la cara del librero se ensombreció. Todos en aquel barrio recordaban a la malvada troupe y a la niña muda.

Los dos niños se despidieron de Munier agradeciéndole su ofrecimiento y prometieron regresar a la noche siguiente. Durante esa semana asistieron cada noche a las clases particulares del viejo letrado, sin embargo no podían quitarse de la cabeza, ni mientras jugaban en la calle, ni mientras leían,ni mientras ayudaban a sus padres, de la horrible cara del misterioso marionetista.

ELHIAN

Elhian miró tras de sí, la seguían. Estaba segura. Notaba como una presencia la seguía a través de la espesura. Forzó a sus piernas al máximo aunque estaban al borde del colapso nervioso; debía poner más distancia entre su perseguidor y ella o estaría muerta, no sabía que clase de cosa la perseguía ni si ésta poseía dotes mágicas o armas de alcance como arco y flechas o surikens. Su corazón estaba al límite, bombeaba sangre como si fuera su último día en el mundo. Y quizás si lo fuera.
El estrecho sendero se abría delante de ella, como una culebra que serpenteara entre los tupidos árboles. Elthian esperaba en cada curva que el bosque se abriera y emergiera a un claro despejado. Sabía que a campo abierto tenía posibilidades, pero tenía que verle la cara a su enemigo. Era buena con la espada y tenía una habilidad extraordinaria con el arco, superó a todas las arqueras de su clan en la pasada ceremonia del Solsticio de Arhumen. Precisamente ese don con las armas es lo que la condenó a estar corriendo por un camino perdido al norte de Naraä con un misterioso ser a sus espaldas. Cuando Herhana le pintó las tres lineas negras bajo sus ojos, después de haber bebido el jugo sagrado, supo que su destino no era vivir una vida tranquila en la aldea como los demás jóvenes que acaban también de iniciarse a la vida adulta. La Asamblea de Ancianas le encomendó llevar una carta hasta la lejana ciudad de Ashanië y protegerla con su vida y sus flechas. Elhian no conocía que llevaba escrita la misiva ni a que se debía la importancia de ésta, pero su intuición le decía que le afectaba más de lo que parecía.

De repente sintió como su vistaa se nublaba, el agotamiento iba adueñándose de sus músculos y sentía como su corazón estaba al borde del infarto. Puntos negros aparecieron ante sus ojos y de repente todo se volvió negro. Con la certeza que proporciona la inconsciencia notó como un torrente de energía emergía de su cuerpo. Elhian se encontraba en un estado entre el sueño y la realidad donde sentía que era capaz de cualquier cosa. vio como las ramas de los árboles se cerraban tras de sí, raíces de robles y hayas centenarios rompían su prisión de tierra y se agitaban al ritmo de un viento recién levantado. Entonces tras la maleza que la protegía vislumbró el rostro de su enemigo. La sangre se le heló en las venas. las extremidades comenzaron a temblarle. Perdió toda su fuerza aunque seguía estando sumida en aquel extraño sueño. Aquella cosa que veían sus ojos era un Anan`khanj. Su cara, si es que se podía considerar a aquello como tal, estaba surcada de heridas abiertas que la convertían en un amasijo de carne sanguinolenta. Sus ojos caídos y sin brillo parecían derretidos sobre unos pómulos esqueléticos bajo los que se abría una enorme boca sin apenas dientes. La criatura, que llevaba el cuerpo y parte del rostro cubierto con vendas para tapar sus heridas infectadas, alargó su brazo hacia las ramas y con una fuerza descomunal partió el tronco de un joven abedul con una sola mano. Elhian recordó las historias que se contaban sobre los Caballeros Anan`khanj en las largas noches de invierno frente a la chimenea...
Los Anan`khanj eran una orden secreta de magos que sabían crear un vínculo con la naturaleza. Sin embargo pronto se corrompieron y dieron la espalda a sus propósitos abrazando los Ritos del Nanuar, el arte ancestral, una magia tan antigua, poderosa y oscura que consume a toda aquel que la recibe. Los caballeros Anan´khanj tomaban su fuerza y su poder de su propio cuerpo y sangre, auto hiriéndose cada vez más para alimentar su propia magia. Estas heridas nunca se cerraban aunque gracias a la energía que proporcionaban no mataban al hechicero, dándole así una apariencia de ser desgarrado y un poder oscuro y terrible que les hacía perder su propia humanidad. No obstante, estas criaturas eran considerados monstruos fruto de las leyendas y el folklore, como los trasgos y los dragones, o seres de épocas arcaicas. Se decía que los Anan´khanj habían sido malditos por la legendaria reina Mhirinia y que habían huido hacia las montañas inexploradas del oeste donde aún se oían sus gritos al lesionarse. Pero todo eran mitos, todo eran cuentos...  ¿O no?

Lo que ocurrió en los instantes siguientes nunca pudo explicárselo. Elhian sintió como su una tremenda energía y rabia, tan antigua como el Mundo mismo, atravesaba su cuerpo y sus venas ya no corrían con sangre, sino con savia. Alzó el brazo y una gigantesca raíz salió disparada hacia adelante buscando el cuerpecillo deshecho del Anan´khanj. A un gesto suyo las ramas de los árboles aprisionaron las extremidades de su enemigo y una muralla de maleza la protegió del hechizo que el mago murmuró. Arbustos de espinas lo cubrieron encerrándolo en una jaula vegetal y ensartándolo repetidas veces. lo que solo conseguía darle más fuerza. La joven recordó de repente que las heroínas y los héroes de las leyendas acababan con la vida de los Caballeros Tenebrosos rebanándoles la cabeza y dirigió mentalmente una afilada espina hacia el cuello del monstruo. La cabeza cayó a los pies de los espinos y su cuerpo se derrumbó. En ese momento una terrible debilidad aquejó a Elhian que se derrumbó en el suelo y perdió el conocimiento.
A la mañana siguiente Elhian despertó cuando el sol se hallaba alto en su cénit, estaba echa un ovillo en mitad del sendero. A su espalda los árboles se alzaban altos y orgullosos y de la lucha de la noche anterior solo quedaban unos roales de tierra removidos por los que asomaba alguna raíz. No había rastro de los gigantescos espinos ni del cuerpo sin vida del hechicero.

Colección de cuentos

Como he dicho en la entrada anterior, voy a escribir una serie de cuentos de fantasía por capítulos que tratarán las aventuras de diversos personajes que al final serán parte de la misma historia. El primero trata sobre una muchacha llamada Elhian que debe cumplir una arriesgada misión.
 Espero que os guste.

PD el cuento tiene continuación, no penséis que la historia de Elhian acaba aquí, continuará (tanananan).

Bienvenidos visitantes de lugares remotos

Bienvenidos a este blog dedicado a todos aquellos amantes de la fantasía épica y ciencia ficción en general, para los que no pueden pasar un día sin leer un libro y más que nada, para aquellos que se atreven a no dejar de soñar nunca; pero sobre todo está dedicado a las personas que piensan que la fantasía es cosa de niños o de gente alejada de la realidad. Este mundo ya es demasiado frío como para vivir sin imaginación, ésta nos hace ser como verdaderamente somos. No debe ser sustituta de la vida real, solo un refugio para nuestra alma. Gracias a nuestra imaginación debemos aprender a pensar, reflexionar y sentir y solo así nos convertiremos en personas críticas y comprometidas con nuestra sociedad.

Mi idea es dejar aquí un pedacito de mí, la parte más importante que me hace ser como soy: mi imaginación y creatividad. Compartir retazos de la novela y los cuentos cortos que con mucho esfuerzo intento escribir y abriros al mundo de la fantasía, el frikismo y la lectura, donde no existen los límites; en definitiva haceros pensar y ver mundos lejanos más allá del horizonte. También tendrá un hueco el power metal, el rock y el folk.

Espero hacer bien mi trabajo y engancharos a esta pasión que es la mía y la de tantos.
¡¡ORGULLO FRIKI!!